La popularización de las Tecnologías de la Información y la Comunicación ha impulsado notables transformaciones en la forma en que los ciudadanos participan en la vida pública. En este nuevo escenario, la sociedad red e internet, ha reorganizado el espacio mundial dándonos el poder y la posibilidad de consumir, crear, comunicar y distribuir contenidos en un espacio de participación y libre expresión personal. Pero si, por un lado, la interacción en internet es un factor determinante para organizar y estructurar lo social, interfiriendo en el ejercicio de la ciudadanía, en las relaciones políticas, sociales y económicas, también es un terreno fértil para expandir aspectos conflictivos de la realidad y las relaciones sociales, como el odio y todas sus manifestaciones. Y es que internet también ha creado las condiciones adecuadas y ha proporcionado recursos exclusivos para expandir la verbosidad del odio. Es una herramienta relativamente barata y muy eficaz para que individuos o grupos racistas difundan ideas odiosas para una audiencia que se convierte en juez. Para algunos investigadores como Dias (2007), el contenido del discurso de odio elimina o minimiza el carácter comunicativo ya que los mensajes, al expresarse, dejan de ser recibidos como mensajes y llegan a ser interpretados y sentidos como actitudes y comportamientos. El discurso del odio perpetúa una violencia, sobre todo, simbólica que se percibe a través del lenguaje y habla y cuyos efectos pueden mantenerse en este ámbito o ir más allá de él, recurriendo a la violencia física. En los últimos veinte años, este vicio de mostrar públicamente el odio se ha visto favorecido por la explosión de las Redes Sociales Digitales que actúan como cámara de resonancia, propagando y amplificando sus efectos; y radicalizando los conflictos de realidad social (Daniels, 2008). El supuesto anonimato de los haters, la ausencia de un interlocutor presencia y aislamiento a la hora de construir razonamientos argumentativos favorecen la destilar el odio en publicaciones, cajas de comentarios o memes, cargados de ironía. Con pocos clics, se instala una situación de no reconocimiento a gran escala, que ofende una cantidad incontrolable de personas y que convoca a innumerables otros usuarios de Internet a perpetuar esta asimetría (Boyd, 2010).
A través de este seminario se pretende debatir acerca de este fenómeno que se difunde con fuerza gracias al protagonismo que adquieren los social media. Por consiguiente, la presente convocatoria está abierta a investigaciones que ayuden a comprender el fenómeno, tanto desde una perspectiva centrada en el análisis de los mensajes, como en los antecedentes y efectos de este tipo de discursos, así como en la prevención e intervención para amortiguar la resonancia de dichos mensajes.